sábado, 5 de diciembre de 2015

25. «Al ruido del Duero» de Claudio Rodríguez

      «Al ruido del Duero» de Claudio Rodríguez, presenta una métrica que es una variante de lo tradicional. Nos encontramos ante un tipo de poesía hermética, es decir, un tanto compleja que comienza de una manera arcaica con la conjunción "y" (in media res).

   El poeta nos está contando cómo disfrutaba paseando en soledad por las orillas del río, reflexionando y contemplando la naturaleza. Es el río Duero, el de su tierra, por el que giran todos los demás elementos. Prosiguiendo con el poema, en los versos 10 al 22 encontramos un elemento histórico que se corresponde con el Romancero de Zamora.

      El Duero es para el poeta: canto y taller en vida; asimismo, su melodía es materia que le inspira en la creación de su obra. En los últimos versos, le pide al río que sea "Duradero", es decir, que no pause su son y que, por tanto, defienda al hombre de su tierra.

El poema íntegro a continuación:

 «AL RUIDO DEL DUERO»

Y como yo veía
que era tan popular entre las calles
pase el puente y, adiós, deje atrás todo.
Pero hasta aquí me llega, quitadmelo, estoy siempre 
oyendo el ruido aquel, y subo y subo, 
ando de pueblo en pueblo, pongo el oído
al vuelo del pardal, al sol, al aire,
yo se que, al cielo, al pecho de las mozas 
y siempre el mismo son, igual mudanza.
¿Que sitio este sin tregua? ¿Que hueste, que altas lides 
entran a saco en mi alma a todas horas,
rinden la torre de la enseña blanca,
abren aquel portillo, el silencioso, 
el nunca falso? Y eres
tú, música del rio, aliento mío hondo,
llaneza y voz y pulso de mis hombres.
Cuanto mejor seria
esperar. Hoy no puedo, hoy estoy duro 
de oído tras los años que he pasado
con los de mala tierra. Pero he vuelto. 
Campo de la verdad, ¿qué traición hubo?
¡Oíd como tanto tiempo y tanta empresa
hacen un solo ruido!
¡Oíd como hemos tenido día tras día
tanta pureza al lado nuestro, en casa,
y hemos seguido sordos!
¡Ya ni esta tarde más! Sé bienvenida, 
mañana. Pronto estoy: sedme testigos
los que aún oís. Oh, río, 
fundador de ciudades,
sonando en todo menos en tu lecho,
haz que tu ruido sea nuestro canto,
nuestro taller en vida. Y si algún día
la soledad, el ver al hombre en venta,
el vino, el mal amor o el desaliento 
asaltan lo que bien has hecho tuyo,
ponte como hoy en pie de guerra, guarda
todas mis puertas y ventanas como 
tú has hecho desde siempre, 
tú, a quien estoy oyendo igual que entonces,
tú, rio de mi tierra, tú, río Duradero.

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